domingo, 2 de agosto de 2015

EL CAFÉ LOS GALGOS



RÉQUIEM PARA UN CAFÉ  NOTABLE

HORACIO DURANTE UNA ENTREVISTA DEL PERIÓDICO PRIMERA PÁGINA EN EL AÑO 2007


En el mes de enero de este año 2015 se produce el inesperado cierre del mítico e histórico Café Los Galgos, de la tradicional esquina NE de Callao y Lavalle. No es el primero de los declarados “Cafés Notables” que debe cerrar sus puertas acosados por la falta de rentabilidad comercial y el avance del modernismo frente a este tipo de bares antiguos estancados en el tiempo y como muestra viviente de un período de nuestra tradición.
La vorágine modernizadora, la practicidad y el ritmo rápido en que se mueve el porteño de hoy, fue relegando a los viejos bares que se negaron a convertirse en “pizza-café-minutas”.
Ya no queda espacio en la ciudad de hoy para que el antiguo parroquiano despreocupado del cronómetro practique su ocio sentado en la mesa de un bar, frente a un pocillo de café, o junto a otros camaradas de escaso nivel de consumo. Los espantaron estos nuevos tiempos de presuroso ritmo.
A Los Galgos, declarado “Café Notable”, no le alcanzó la cuerda para continuar, de poco le valieron los títulos nobiliarios ostentosos pero de nula efectividad práctica. Cayó como otros en las garras del esnobismo, le quedaba poco espacio en el ramo de los sosegados porteños de ayer.
Valen algunas consideraciones historiográficas de su trayectoria y de aquella esquina que vio mutarse en el tiempo. El edificio data del año 1880 y había sido erigido como residencia de la familia Lezama, dos pisos altos con terraza, que sufrió varias transformaciones.
En 1920 fue comprado por la firma Singer, primera fábrica de máquinas de coser de Latinoamérica, y tiempos más tarde funcionó en el lugar una farmacia.
Ya en el año 1930 la esquina fue adquirida por un asturiano aficionado a las carreras de galgos, de allí el nombre del que sería su “Almacén-Despacho de bebidas”, un ramo típico en el Buenos Aires de aquellos años.
En el año 1950, es transferido el establecimiento a José Ramos, oriundo de Galicia, quien respetará toda la estructura del negocio, moblaje, cuadros, mesas y hasta la estatuilla de un galgo que lució hasta el cierre entre el resto de los bártulos.
Éste lo transfiere por herencia a sus tres hijos varones, José, Horacio y Alberto, que continuarán con la tradición del negocio.
Así llegamos al año 2015, ya fallecido Horacio, y menguadas las fuerzas de Alberto, antes había desaparecido José, se produce su cierre definitivo, ya no existe cadena familiar ni interesados en continuar con una especialidad en declive.
Otros “Notables” cayeron antes, y otros continuarán por el mismo camino de no mediar medidas oficiales de resguardo a una actividad que ampara la memoria viva de un pasado que se escurrió entre los dedos.

                                                          Marta Romero

Fuente: Periódico Primera Página nº 155 de septiembre de 2007.





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