martes, 4 de marzo de 2014

EDMUNDO GUIBOUR




El entrañable y cautivante animador de la actividad teatral



Periodista, crítico teatral, autor y traductor de textos dramáticos, ensayista, docente, caricaturista bajo el nombre de Pucho, Edmundo Guibourg fue una de las personalidades más encumbradas de la cultura porteña. Nació en el barrio de Balvanera el 15 de noviembre de 1893. Aunque apenas cursó hasta el primer año de la escuela normal, tuvo una formación autodidacta en disciplinas como la historia del arte y la estética, de las cuales se constituyó en una verdadera autoridad.
Guibourg comenzó como caricaturista en el diario Última Hora. En 1912 apareció su primera crítica teatral en la revista Tribuna. En tanto, al año siguiente –convocado por el político Mario Bravo- ingresó a La Vanguardia, el tradicional órgano oficial del Partido Socialista, dirigido en ese momento por Enrique Dickman, en el cual llegó a ser Secretario de Redacción. Posteriormente, en 1917, pasó al diario Crítica, de Natalio Botana, donde permaneció durante 26 años y se convertiría en uno de los periodistas más prestigiosos de nuestro medio. De 1927 a 1932 se desempeñó como corresponsal en París, y al regresar a Buenos Aires, creó la famosa columna Calle Corrientes, mediante la cual quedó en la historia del periodismo argentino; allí se ocupaba del mundo de la farándula y de la actualidad teatral. Fue director de la página de Teatro y Secretario de Redacción de Crítica. Asimismo, colaboró en los diarios La Prensa y La Nación.
El dramaturgo escribió los libros El sendero de las tinieblas (drama, 1921), Cuatro mujeres (comedia, 1922), La dicha que me diste (drama, 1965) y Al pasar por el tiempo (memorias, 1985). Además, es autor del capítulo Los hermanos Podestá 1851-1945 de la colección ¿Quién fue en el teatro nacional?, lanzada por la Secretaría de Cultura en 1969. Sus columnas en Crítica están reunidas en Calle Corrientes (1978). También tradujo las obras teatrales de Luigi Pirandello y fue prologuista del libro de Tita Merello La calle y yo (1972).
Guibourg no fue ajeno al mundo del cine. Fue guionista y director de Bodas de sangre (1938), basada en la obra homónima de Federico García Lorca, con la actuación de Margarita Xirgu y Pedro López Lagar. La pieza se había estrenado en el Teatro Maipo en 1933 y había tenido un éxito rotundo –frente a la débil recepción en España- gracias al comentario elogioso de la misma que efectuó el periodista en el citado vespertino. También participó en el documental Gardel, el alma que canta (1985), dirigido por Carlos Orgambide.
Fue un aficionado al turf y un íntimo amigo de Carlos Gardel. En una entrevista en el diario La Opinión, realizada en 1975, rememoraba con gracia ese vínculo: “Se podría decir la primera vez que lo vi. Fue en un comité político conservador de Balvanera, ubicado en la calle Anchorena, entre Zelaya y Tucumán. […] No tendría yo trece años y me acuerdo que iba al comité con mi guardapolvo blanco escolar. Había un muchacho, un gordito que tenía tres o cuatro años más que yo y cantaba con la guitarra. El gordito era Gardel”. […] Y agregó: “Dio la coincidencia que el vespertino Crítica me nombrara, en 1927, corresponsal en Europa y yo tuviera que viajar en el mismo barco que Gardel. Empezamos a recordar juntos nuestros años del Abasto y los maestros comunes que habíamos tenido aunque fuéramos a escuelas distintas. Pero todo nos era familiar: los puesteros, el mercado, el olor de las frutas y las verduras” […] También comentó que juntos recorrieron toda Europa: “Cuando estábamos en París éramos noctámbulos que nos levantábamos al mediodía. En una oportunidad, a eso de las 10 de la mañana, se me aparece Gardel y me despierta. ‘Levantate -me dice- tenés que venir a almorzar’. Me extrañó porque estaba a dieta. ‘Es que nos espera Don Jacinto Benavente’ ”.
Es muy jugosa la visión del ensayista acerca de su larga estadía en Crítica, según se desprende de la mencionada entrevista. Allí recordaba que trabajaba en un escritorio desvencijado junto a Roberto Arlt (crónica policial), en distintos horarios, de modo que nunca se encontraban. Entonces, se comunicaban por papelitos. Cuando Arlt terminaba una nota, le dejaba un mensaje en el cajón donde le preguntaba qué opinaba sobre lo que había escrito y Guibourg le contestaba de la misma manera. “Se trabajaba muy intensamente. En aquellos años no había horario, no había relojes; sin embargo, nadie faltaba a sus deberes, Botana tenía por lema ‘el desorden organizado’. No éramos amanuenses, escribíamos lo que se nos daba la gana. Escribíamos aun contra los intereses del diario, cosa que hoy en día no se puede hacer”, expresaba con orgullo.
Guibourg conquistó numerosas y relevantes distinciones: recibió el Premio Konex de Honor en Comunicación – Periodismo en 1987 (póstumo) y el Gran Premio Nacional de las Artes en tres ocasiones. A su vez, fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Fue presidente de Argentores (Sociedad General de Autores de la Argentina) y director del Fondo Nacional de las Artes.
Este carismático e insigne trotamundos falleció en Buenos Aires el 12 de julio de 1986 a los 92 años.

                                                                                 Laura Brosio




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