domingo, 3 de noviembre de 2013

MONUMENTO AL ABORIGEN



MONUMENTO AL ABORIGEN - PLAZA ONCE

VISTA DEL CENTRO DE LA PLAZA ONCE EN 1912 CUANDO SE ENCONTRABA LA ESTATIUA


La muchedumbre que hoy transita por “Plaza Miserere” difícilmente conozca la rica trayectoria de este sitio, que a través de la historia cambió de denominación y de actividades, y al que recién en 1947 se le restituyó el nombre genuino con que inicialmente se lo conoció.
Menos aún se conoce que el centro de esta plaza albergó durante años, entre 1912 y 1928 un monumento denominadoAl aborigen”, obra escultórica del artista argentino Hernán Cullen Ayerza (1878-1936).

ANTIGUO EMPLAZAMIENTO DEL MONUMENTO ENTRE 1912 Y 1928

 Hasta el año 1947 la plaza y la amplia área circundante era conocida como “Once”, simplificación popular de “Once de Septiembre de 1852”, nombre instaurado por el gobernador de la provincia de Buenos Aires Pastor Obligado en 1853, 

rememorando la infausta fecha en que dirigentes porteños organizan la revuelta contra las fuerzas de Urquiza, que finaliza con la separación de la provincia de Buenos Aires del resto de la Confederación. Tuvieron que transcurrir 95 años para lograr la restauración del nombre original.
En aquellos terrenos se llevó a cabo el famoso Combate de Miserere en 1807, durante las segundas invasiones inglesas cuando las tropas de Liniers fueron vencidas.
“Miserere” era el nombre primitivo con que se conocía la zona desde 1791, cuando Antonio González Varela, apedado así por su bondad y desprendimiento, estableció allí una quinta y pulpería, cuya casa principal se ubicaba  en la esquina de Rivadavia y Azcuénaga, aledaños a los terrenos utilizados como corrales y matadero. También por eso la zona se conoció como “Corrales de Miserere.
Aquel Hueco de los Corrales, se transformó hacia 1822 en Mercado de Frutos de campaña, especialmente cueros y pieles y desde 1850 hasta 1882 en Mercado del Oeste, donde estacionaban las carretas con mercancías del interior. En ese año se comienza a delinear la actual plaza, que promoverá el intendente Torcuato de Alvear.

ACTUAL EMPLAZAMIENTO EN PLAZA ESPAÑA
La plaza, un tanto por encima del nivel de la calle adoquinada, se la enmarca con un pequeño muro, abierto a tramos con escalones, hasta que fuera  remodelada por las obras del trazado a cielo abierto del subterráneo de la Anglo Argentina, tramo Plaza de Mayo hasta Plaza Miserere, y más tarde hasta Primera Junta.
 El monumento “Al aborigen”, de Ayerza, fue tallado en Italia en 1910 y exhibido algún tiempo en Roma, para ser enviado a Buenos Aires con carácter de donación en el año 1912, ubicándoselo en la plaza Once de Septiembre. Sin embargo hacia 1932, con motivo del emplazamiento del monumento a Rivadavia –obra del escultor Rogelio Yrurtia (1879-1950) –, la obra de Ayerza es trasladada a la plaza Garay.
La figura ecuestre de Ayerza, totalmente de mármol blanco, muestra al caballo parado en sus dos patas y al nativo desprovisto de vestimentas en posición de ataque. Su brazo derecho sostiene una lanza tacuara, tal vez expresando su lucha contra el colonizador. La expresión del rostro trasmite un sentimiento y un esfuerzo en lograr su objetivo. Aquella lanza poco duró en el conjunto, pronto fue destruida y nunca se la repuso.
La imagen puede comparase con algunas que proponía el barroco, ya que marca gran dinamismo y expresividad, presentando en todas sus proporciones tanto al aborigen con la anatomía contorsionada, como al caballo, con los pormenores prolijamente realizados.
Ayerza nos hace olvidar el estado de la piedra, y obtiene un realismo único, dejando entrever detalles como venas y musculatura en vetas genuinas de la materia, que geológicamente se ha formado durante miles de años sin la intervención del hombre.
 Las crónicas de entonces consideraban a los nativos seres despreciables, más cercanos a lo animal que a lo humano, vaya una de esas crónicas: “la amenazadora figura de un indígena montando un fiero y brioso caballo pampa parado de sobre las patas traseras (…) La escultura irradia una gran violencia que trasciende la esfera de lo humano para relacionarse con la naturaleza animal. Coincide su visión con los relatos de los viajeros que en sus crónicas los llamaban ‘bestias feroces o abominables’ ”.
 La escultura fue trasladada en 1959, para su reparación, a un taller municipal recién creado, una dependencia que se encargaría del registro, reparación y control de las fuentes, los monumentos y las obras de arte de la ciudad. Allí permaneció en depósito hasta que fue colocada definitivamente el 4 de noviembre de 1961 en plaza España, de Caseros y Amancio Alcorta, donde permanece hasta la fecha rodeada por una reja de protección.
¿Cómo explicar esta representación del nativo en Buenos Aires? Ante todo vale señalar que el indígena representado es el pampeano habitante de las llanuras que hacia fines del Virreinato ocupaba las fronteras que llegaban aproximadamente al Río Salado, hoy provincia de Buenos Aires. Desde el siglo XVIII la región experimentó fuertes colisiones y enfrentamientos entre la sociedad hispánica conquistadora primero y su continuadora la sociedad criolla después, con las comunidades indígenas que resistían la asimilación que procuraban imponerle. Los malones, el arreo del ganado vacuno y caballar, las cautivas, los fortines, formaban parte de la sociedad pampeana. Los enfrentamientos se debían a la disputa por la posesión del ganado cimarrón que deambulaba libremente por los campos, y que eran apropiados tanto por indios como por estancieros. Al aparecer el alambrado hacia 1878 arreciaron los conflictos, ya que el indio se vio privado de su sustento y obligado a procurárselo por la fuerza.
Pero no todo en la frontera era lucha y pelea, también había intercambios comerciales, culturales y diversas formas de sociabilidad. Hubo quienes interpretaron a los grandes malones de fines del siglo XVIII como estrategias indígenas, destinadas a impedir que las autoridades españolas obstaculizasen las relaciones comerciales entre ambas sociedades. A medida que se consolidó la ganadería bonaerense, se dejó sentir la presión de los estancieros sobre la frontera, para incorporar nuevas tierras de pastoreo.
De allí la guerra contra el indio. En 1833 Rosas organizó una incursión en profundidad contra el territorio indígena con el objeto de llegar a los ríos Colorado y Negro, batir a las tribus enemigas y hacer acuerdos con las tribus amigas, en virtud de los cuales periódicamente se les haría entrega de una determinada cantidad de ganado vacuno, caballar, tabaco y yerba, para lograr seguridad en la frontera.
Luego vino la célebre Zanja de Alsina, esa especie de “muralla china” que se quiso establecer entre el territorio de los estancieros y el de los indígenas, para finalmente resolverse el conflicto con la brutal campaña de Roca en 1879.
Otros monumentos representativos del habitante originario se establecieron en Buenos Aires, como el de la “Plaza Los Andes” en Chacarita, que recientemente fue retirado ignorándose su actual destino, otra manifestación de racismo, similar a la desplazó a la obra ecuestre de Plaza Miserere.
El mecanismo más antiguo y elemental de invisibilización es la destrucción de las obras culturales del pueblo al que se pretende ignorar. Esto ocurrió con la conquista de América por los europeos entre los siglos XVI y XVIII, cuando se destruyeron intencionalmente templos, registros escritos, ciudades, obras de arte, a la par que se prohibieron lenguas, religiones y prácticas culturales y sociales de los pueblos originarios cuyo sometimiento se pretendía.
En épocas más recientes estos procesos son más sutiles y suelen manifestarse en el momento de considerar la relevancia de determinada información a los fines de investigar o de producir un relato. Resulta habitual recurrir a estereotipos y generalizaciones que impidan particularizar determinados grupos sociales.
Esto se debe a que en gran medida los procesos de invisibilización se implementan a través de mecanismos de supresión de la identidad, que dañan la memoria colectiva del grupo afectado y llevan a la construcción de una historia falsa.
En la actualidad el escultor Andrés Zerneri está elaborando –con llaves de bronce donadas por la gente y con el apoyo del escritor Osvaldo Bayer– el “Monumento a la Mujer Originaria”, que será emplazado en lugar del monumento a Roca, en Diagonal Sur y Perú.

 Miguel Eugenio Germino

Fuentes:
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-- Melo, Manuel Carlos, “Miserere…”, Cuadernos de Buenos Aires, 1963.






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