miércoles, 2 de enero de 2013

ISLAS MALVINAS ARGENTINAS



EL 2 DE ENERO DE 1833
GRAN BRETAÑA INVADE LAS ISLAS MALVINAS



Las Islas Malvinas fueron descubiertas en 1520 por un marino de la expedición de Magallanes. Visitadas por pescadores furtivos y piratas, las ocuparon los franceses y, finalmente, los ingleses en 1833, que las denominaron “Falkland”.
La rebelión del gaucho entrerriano Antonio Rivero en 1833, la plantación de siete banderas argentinas durante el Operativo Cóndor en 1966, tras una simbólica recuperación y por último la guerra desatada por la Dictadura Militar en abril de 1982, jalonan una historia turbulenta en este pedazo del suelo argentino arrebatado por la fuerza.
Hoy permanecen militarizadas y son muy explotadas económicamente por el gobierno británico, en franco desconocimiento de todas las resoluciones dictadas por las Naciones Unidas.


ANTECEDENTES

El marino de la expedición de Magallanes, Esteban Gómez, las había divisado por primera vez en el año 1520, envueltas en una nube de neblina, bajo un clima ventoso y frio.
Otras fuentes, como la del historiador británico Gavin Menzies, las dan por descubiertas por los chinos en 1422, según su controversial libro The Year China Discovered América (El año en que China descubrió América). Allí afirma que a las Malvinas, la Patagonia, las islas Shetland del Sur, las Georgias del Sur y Australia las descubrió el navegante chino Hong Bao, quien por orden del emperador Yong Le y formando parte de la armada del almirante Zheng He, procuraba llegar al fin del mundo. Dicha tesis está descartada de plano por la historiografía científica.
Américo Vespucio también ha sido señalado como el descubridor. De acuerdo con el relato de viaje, en la Lettera di Amerigo Vespucci delle i sole nuevamente trovate in quatro suo i viaggi del 4 de septiembre de 1504 y dirigida a Piero Soderini, el español llegó a las islas en la expedición dirigida por Gonzalo Coelho, en servicio a Portugal, luego de partir desde Lisboa en mayo de 1501 y del cual tomó el mando a los 32° S.
A su vez, han llegado hasta nuestros días algunos documentos que sugieren que los cartógrafos europeos de principios del siglo XVI podrían haber tenido algún conocimiento de la existencia de las Malvinas. Un grupo de islas situadas aproximadamente sobre el paralelo 50 aparece en el mapa de Martín Waldseemüller de 1507, bajo el nombre de "Insule delle pulzelle" (islas de las Vírgenes).
Sin embargo la tesis más verisímil (que por otra parte favorece la soberanía española) es la de la expedición de Magallanes.
Solo visitada durante dos siglos por barcos piratas y corsarios de banderas inglesas, francesas y holandesas, además de cazadores furtivos de ballenas y focas, en 1690 una tormenta arrastró a la nave inglesa Welfare hasta sus costas. Su capitán, Strong, se refugió en el estrecho que divide las dos islas principales y las llamó por primera vez “Falkland”.
En 1699 una expedición francesa de pescadores procedentes de Saint Maló las nombró Malovines. Más tarde, al concluir la Guerra de Secesión Española con la firma del tratado de Ultrechen en 1713, Europa reconoce la soberanía española de los islotes y el término Malovines se transforma en Malvinas.
No obstante, en 1764 una nueva expedición francesa instala un fuerte y un grupo de personas en las islas, por lo que España efectúa una protesta diplomática tras la cual Francia termina reconociendo también la soberanía española de dichos territorios isleños. Sin embargo, y a pesar de estos antecedentes, al año siguiente el comodoro Byron desembarca en la rada que los franceses habían denominado Port de la Crolsade, le cambia el nombre por Port Egmongt, ante lo que nuevamente España reacciona destruyendo el precario fuerte. Todo ello termina por enturbiar las ya conflictivas relaciones entre ambos países.
En ese mismo año se inicia un largo período en el que los funcionarios españoles ejercerán efectivamente la administración de las islas. A diez años de producida la Revolución de Mayo, en 1820, Inglaterra reconoce la independencia de las Provincia Unidas del Río de la Plata y firma en 1825 un tratado de amistad, comercio y navegación, sin observar para nada nuestra soberanía de las Malvinas.
El 27 de octubre de 1820 el ministro de Guerra y Marina de Buenos Aires, Matías Irigoyen, encomienda al ex coronel del ejército norteamericano David Jewett, al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tomar posesión de las islas. Una vez arribado a ellas, Jewett cumple con la orden recibida.
El 10 de junio de 1829 Martín Rodríguez crea la Comandancia Política de la Isla Soledad. A su frente designa a Luis Vernet, un comerciante alemán nacionalizado argentino, quien realizó en el lugar un relevamiento topográfico, asimismo montó un saladero de pescado y carne, una curtiembre y construyó la goleta “Águila”.
Vernet bregó por evitar la depredación de la zona, por entonces incontrolada, prohibiendo la pesca y captura de ballenas. Prohibición que luego Rosas reemplazará por un impuesto, el que los pesqueros eludían con suma facilidad sin que Vernet pudiera controlar. Cansado de tal situación y decidido a actuar, apresa a los balleneros norteamericanos Harriet y Superior. Lleva entonces al primero de ellos junto a su capitán Gilber Davison, detenidos a Buenos Aires. Los norteamericanos, haciendo honor a su condición de “piratas de los mares”, atacan Puerto Soledad con la fragata Lexington y destruyen las instalaciones y la artillería, queman la pólvora y toman prisioneros a los oficiales argentinos, además de arriar la bandera celeste y blanca declarando a las islas “libres de todo gobierno”. Una sutil invitación a que sus primos “piratas ingleses” invadan las islas.
Estos hechos desencadenaron una protesta nacional solicitando que se declare personas no gratas al cónsul y al encargado de negocios norteamericanos. 

VISTA DE PUERTO ARGENTINO

LA INVASIÓN INGLESA

Es así como el 2 de enero de 1833 la corbeta Clio, al mando del capitán John James Onslow, invade las islas, que permanecían indefensas.
El gobernador provisional argentino Pinedo se niega a arriar la bandera nacional, cosa que efectúan por la fuerza los ingleses obligando a éste a regresar a Buenos Aires.
De nada sirvió el enérgico reclamo argentino, el que no fue siquiera respondido. Esta vez no hubo declaración de personas no gratas, más aun, se homenajea a la Corona Inglesa proporcionándole el nombre de “Calle del Ministro Inglés” a la hoy Scalabrini Ortiz.
Dos antiguos colaboradores de Vernet, el escocés Mateo Brisbane y el francés Juan Simón se ofrecieron como colaboradores de los invasores (libra esterlina compra almas pecadoras).
Se opera entonces una todavía más cruel explotación de los pocos habitantes, peones y trabajadores de las islas, por ejemplo, pagándoles los salarios con vales que ni siquiera eran aceptados en la única despensa del lugar, la del irlandés William Dickson.
Esta situación provoca el levantamiento del 26 de agosto de 1833, capitaneado por el gaucho entrerriano Antonio Rivero. En contadas horas los amotinados terminaron con la vida de todos los funcionarios extranjeros y enarbolaron la bandera nacional.
Durante dos meses consiguieron mantenerse prófugos en el interior de las islas, hasta que uno a uno son capturados, enviados detenidos a Londres y finalmente devueltos a Buenos Aires, adonde llegan en 1835.
Existen diferentes versiones historiográficas sobre el Gaucho Rivero. Por ejemplo el de la Academia Nacional de Historia de la República Argentina que establece que Rivero en realidad carecía de motivación patriótica alguna. En cambio otros historiadores, como José María Rosa y Fermín Chaves, encuentran en su alzamiento una conjunción de lucha reivindicativa y accionar patriótico.
El 7 de enero de 1834 llegan a las islas nuevos refuerzos militares y el primer gobernador inglés, Henry Smith. Un dato llamativo es que Rosas le habría encargado al embajador argentino en Londres, Manuel Moreno (hermano de Mariano), una misión imposible: el canje de las islas por el saldo del empréstito contraído por Rivadavia con la banca Baring Brothers en 1824.
La lógica imperial indicaba que los ingleses se quedarían con las islas y con los abultados intereses de aquel préstamo.


EL OPERATIVO CONDOR



El 28 de septiembre de 1966 un grupo de 18 jóvenes estudiantes, en su mayoría peronistas de la resistencia dirigidos por Dardo Cabo, secuestran un avión de Aerolíneas Argentinas y lo desvían a las islas. Llegados a destino, hacen flamear durante 36 horas siete banderas argentinas y emiten un comunicado:
Operación Cóndor cumplida. Pasajeros, tripulantes y equipo sin novedad. Posición Puerto Rivero, Islas Malvinas, autoridades inglesas nos consideran detenidos. Jefe de Policía e infantería tomados como rehenes por nosotros hasta tanto gobernador inglés anule detención y reconozca que estamos en territorio argentino.”
Si bien se trató de un acto condenado al fracaso, igualmente provocó una enorme repercusión política, tanto a nivel nacional como internacional, lo que favoreció la reactivación de los reclamos argentinos.
 Aquellas siete banderas han sido guardadas: una de ellas fue depositada en el mausoleo al ex presidente Néstor Kirchner y otra a los pies de la Virgen de Itatí, en la Provincia de Corrientes.


LA GUERRA DE MALVINAS

En palabras de Eduardo Galeano: La Guerra de las Malvinas, guerra patria que por un rato unió a los argentinos pisadores y a los argentinos pisados, culmina con la victoria del ejército colonialista de Gran Bretaña. No se han hecho ni un tajito los generales y coroneles argentinos que habían prometido derramar hasta la última gota de sangre. Quienes declararon la guerra no estuvieron en ella ni de visita. Para que la bandera argentina flameara en estos hielos, causa justa en manos injustas, los altos mandos enviaron al matadero a los muchachitos enganchados por el servicio militar obligatorio, que más murieron de frío que de bala. No les tiembla el pulso: con mano segura firman la rendición los violadores de mujeres atadas, los verdugos de obreros desarmados”.

Este admirable escritor rioplatense resume en pocas palabras las toneladas de papeles impresos sobre aquella guerra fabricada por la Dictadura en momentos en que es sabido que se encontraba en franca declinación. La consecuencia fue un país en guerra contra una potencia que llevó las de ganar, asistida por la logística norteamericana.
Los imperios son solidarios entre sí en defensa global de sus poderosos intereses en aquellos pueblos que sojuzgan militar, cultural y económicamente. A nuestro pueblo le costó muchas vidas. Ocurrió el hundimiento del Crucero General Belgrano y una secuela de dolor en centenares de soldados conscriptos que aún hoy sufren daños irreversibles.
Lo que siguió a la guerra fue la más empedernida intransigencia, contraria a las decenas de resoluciones de las Naciones Unidas en pos de negociaciones bilaterales. Como en el año 1833, los piratas ingleses no tienen el menor interés en resolver el problema pacíficamente. Están decididos a dilatarlo en el tiempo y mientras tanto a apoderarse de las riquezas petrolíferas y pesqueras de la zona. Sigue en pie uno de los últimos enclaves coloniales ingleses en pleno siglo XXI y a miles de kilómetros de su madriguera en el Mar del Norte.

 Miguel Eugenio Germino


Fuentes:
-Galeano Eduardo, Memoria del fuego,El siglo del Viento, tomo 3, catálogos 1986.

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