martes, 2 de junio de 2009

LA BATALLA DEL BAJO




16 DE JUNIO DE 1955

Una lógica reacción de un pueblo en armas frente al implacable, anónimo y bárbaro “castigo” aéreo de la sublevada aviación naval.
"…nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones colectivas se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de las otras cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo.

Rodolfo Walsh

La aviación naval y parte de la Fuerza Aérea, alzada contra el orden constitucional, propinaron al pueblo argentino un cruel baño de sangre aquel 16 de junio de 1955, con un implacable bombardeo a la Plaza de Mayo y sus alrededores. So pretexto de “matar a Perón”, descargaron 9 toneladas y media de explosivos sobre la población civil que no trepidó en congregarse desarmada en defensa de su líder. El saldo fue, según las fuentes, de entre 400 y 3.000 muertos y miles de heridos. Mucho se escribió sobre el bombardeo, pero muy poco o casi nada acerca de la llamada “Batalla del Bajo”, librada simultáneamente por miles de trabajadores y militantes peronistas que al llamado de la CGT rodearon y pusieron en jaque el centro neurálgico del golpe, el Ministerio de Marina.

ANTECEDENTES

La procesión de Corpus Cristi, organizada por la Iglesia junto al arco opositor al gobierno peronista el 11 de junio de 1955, fue el detonante que desató el alzamiento del día 16. No por casualidad esa misma noche se originó una represalia contra la Iglesia que dejó una decena de templos del microcentro incendiados. La Marina, que alimentaba un profundo antiperonismo, venía complotando desde el fallido golpe de 1951 inspirado por Benjamin Menéndez y la fracasada asonada de 1952. La escalada de violencia política llegará a su pico más alto cuando el del 15 de abril de 1953 un comando civil de radicales unionistas perpetúa un atentado terrorista durante un acto de la CGT en Plaza de Mayo, con un saldo de 9 muertos y 93 heridos. La contrapartida fue en esa oportunidad el incendio del Jockey Club, la Casa Radical y la socialista Casa del Pueblo.

LA CONSPIRACIÓN

No serían las jerarquías de la Marina sino los cuadros medios del arma los gestores del nuevo golpe. Entre estos cumplió destacada actuación Francisco Manrique, que junto a Jorge Bassi, Néstor Noriega y otros conformaron el grupo inicial de la sublevación, la que arrancó desde la base naval de Punta Indio. Los insurgentes buscarán afanosamente “un jefe” militar que los respalde, junto al grupo civil conducido por Miguel Ángel Zabala Ortiz, con la implicancia estudiantil encarnada en Derecho por Mariano Grondona. Al compromiso del vicealmirante Samuel Toranzo Calderón, el contralmirante Benjamín Gargiulo, y la “vista gorda” del almirante Aníbal Olivieri (ministro de Marina de Perón), se sumó en soledad el general del Ejército, León Bengoa, para completar la dirección del alzamiento. A pesar de que el gobierno contaba con importantes datos sobre la asonada, desestimó su veracidad e importancia. Perón, que desconfiaba y despreciaba a la Marina, también la subestimaba. Los golpistas ya habían designado al triunvirato civil que se haría cargo del gobierno: Miguel Ángel Zavala Ortiz (radical), Adolfo Vicchi (conservador) y Américo Ghioldi (socialista). En sus planes estaba intervenir las provincias, la CGT y aún más, establecer la pena de muerte a quienes resistieran la autoridad de la junta.

EL BOMBARDEO

El ataque de los complotados se demoró casi tres horas a lo planeado, en principio porque las condiciones meteorológicas fueron adversas durante toda la mañana. Perón, alertado, se trasladó a las 9:30 al Ministerio de Ejército, con lo que quedaba fuera de toda lógica el plan de matarlo dentro de la Casa de Gobierno. Recién a las 12:40 caen las primeras bombas sobre Plaza de Mayo. No asesinaron a Perón, en cambio sí provocaron una enorme e inédita matanza de civiles en el país. Los comandos civiles (unas 300 personas) que se identificaban por brazaletes blancos se desmovilizaron debido a la demora en el inicio de las acciones. Fue éste y no el de Malvinas el vergonzante bautismo de fuego de la Aviación Naval y la Aeronáutica, sólo que contra su propio pueblo. Argentina tendría también su Guernica local cuando sobre la Plaza de Mayo y sus inmediaciones fueron arrojadas nueve toneladas y media de explosivos. Entre el grupo de aviadores que participó del bombardeo se encontraba el capitán Cacciatore, futuro intendente de Buenos Aires en la dictadura del 76. Cerca de las 15 dos grupos comandos civiles toman por asalto Radio Mitre, emitiendo una proclama, aunque ésta es rápidamente silenciada desde la planta trasmisora de Hurlinghan. A esa misma hora se despliega una nueva flota de aviones, en esta oportunidad ametrallando el Departamento de Policía, la CGT, el edificio de Obras Públicas y la residencia presidencial de la calle Las Heras, con el trágico resultado de más bajas civiles.

LA BATALLA DEL BAJO


Esta batalla se desarrolla paralelamente al bombardeo a la Plaza y a la Casa de Gobierno y fue protagonizada por civiles, esencialmente trabajadores convocados por la CGT así como militantes peronistas.
Fue decisivo para lograr una masiva participación popular el comunicado de las 13:12, a través de la Cadena Radial, realizado por Héctor Hugo Di Pietro, a cargo en ese momento de la Secretaría de la CGT: “…Todos los trabajadores de la Capital y del Gran Buenos Aires deben concentrarse inmediatamente en los alrededores de la GCT. ¡Todos los medios de movilidad deben tomarse a las buenas o a las malas! ¡Compañeros: en los alrededores de la CGT se les dará instrucciones! ¡La CGT los llama para defender a nuestro líder! Concéntrense inmediatamente, pero sin violencias…” Algunos se trasladaron hacia Plaza de Mayo, pero los más hacia las cercanías del Ministerio de Marina, en Leandro N. Alem, entre Bartolomé Mitre y Corrientes, y las paralelas 25 de Mayo y Reconquista. Aquel sector se convertiría en un nuevo teatro de operaciones. Según el diario La Razón, fueron más de 40 mil los civiles allí concentrados, los que luego de saquear las armerías de la zona protagonizaron una pueblada, poniendo en jaque al mismo reducto de los alzados. El mismísimo ministro de Marina, Olivieri, que había saltado a las filas de los sublevados traicionando al gobierno, preocupado por “los cientos de guerrilleros que asedian el ministerio”, intentó recomponer el levantamiento que a esa altura comenzaba a declinar. Para ello envía un enlace a Ezeiza solicitando a la aviación naval que además de continuar con los bombardeos se desplazara hacia aquella zona del Bajo, centro de la pueblada. Minutos más tarde la situación de éstos en la dependencia se tornaba insostenible, ya que además era asediada por los tanques del Regimiento Motorizado que los cañoneaba constantemente. Un cañonazo hizo impacto en uno de los pisos provocando un boquete y un incendio en su interior. A todo esto, Perón –con varias horas de atraso desautorizaba a la CGT en un comunicado de las 16 (el de la CGT había sido a la s 13:12) que decía: "La lucha debe ser entre soldados. Yo no quiero que muera un solo hombre más del pueblo. Yo les pido a los compañeros trabajadores que refrenen su propia ira; que se muerdan, como me muerdo yo en estos momentos. Que no cometan ningún desmán. No nos perdonaríamos nosotros que a la infamia de nuestros enemigos le agregáramos nuestra propia infamia.” Hacia las 15 ya colgaba sobre uno de los ventanales del edificio de la Marina una sábana blanca, aunque no por mucho tiempo porque, ante un nuevo avance conjunto de los civiles y el ejército, fue retirada, y desde adentro nuevas ráfagas de metralla impactaban en la multitud pobremente armada. Sebastian Borro, que en aquel momento era un joven dirigente gremial del Frigorífico Lisandro de la Torre, y que participó de aquella cruzada cuenta: “Estaba lleno de gente de pueblo, tiraban desde el Ministerio de Marina hacia la recova que estaba a doscientos, trescientos metros… después hacia el Ministerio de Hacienda y después al público… En un primer momento ellos ponen la bandera blanca y la gente gritaba; Pe-rón, Pe-rón, y cuando van cruzando la calle, la ráfaga de ametralladora, otra vez”. Llegaron entonces los aviones solicitados por Olivieri para acribillar a la multitud. A todo esto otros tanques del Ejército avanzaban desde la inmediaciones de la Casa Central del Banco Nación hacia el reducto de los complotados; muchos civiles se metieron detrás, para además de cubrirse avanzar junto a ellos, “la gente quería pelear”. Murió mucho más gente en la Batalla del Bajo que en el bombardeo a la Plaza. Hacia las 16:20 la Marina aceptaba rendirse, pero “sólo ante el Ejército, no ante la turba”. La principal preocupación giraba en torno a evitar una posible matanza de marinos, y que además las acciones del pueblo no aparecieran como una victoria de civiles precariamente armados frente asoldados profesionales, ¡un peligroso mal ejemplo! Mientras tanto ya habían cesado los bombardeos y aviones y aviadores partían a refugiarse en el Uruguay, entre ellos el líder radical Zabala Ortiz, a bordo de un DC3 naval.

EL TRÁGICO SALDO

Aquella jornada dejó entre 400 y 3.000 muertos (según las distintas fuentes). Los heridos ascendieron a una cantidad incalculable, dado que muchos optaron por recibir atención médica alternativa, en especial cuando una gran confusión se apoderó de los hospitales, ya colapsados. A las 17 Perón emite su conocido discurso: “Les hablo desde mi puesto de comando…” para anunciar el fracaso del golpe. En testimonios posteriores Aníbal Olivieri recuerda: “A las 3 de la mañana el mayor Vicente llegó a mi despacho en ruinas para comunicarme que sería juzgado dentro de la vigencia de la ley marcial y me ofreció un arma para quitarme la vida. Decliné aceptarla invocando mi condición de católico…” La misma respuesta obtuvo del contralmirante Toranzo Calderón, en cambio, el único de los complotados que se suicidó en un tardío acto de dignidad fue el contralmirante Benjamín Gargiulo. Sin embargo, la condición de católicos –mas vale de cobardía -- invocada por aquellos no les impidió consumar la masacre. El historiador Salvador Ferla, describe el dramático acontecimiento de aquel l6 de junio: “Es el primer castigo, la primera dosis de castigo administrada al pueblo. Es el fusilamiento aéreo, múltiple, bárbaro, anodino, antecesor de lo que luego realizarán en tierra firme, con nombres y apellido” (en José León Suárez). Puede pensarse en un acto de escarnio como ensayo general de lo que vendría el 24 de marzo de 1976, con Videla y Cía. Al anochecer del mismo 16 de junio el incendio de varias iglesias sería la repuesta a la visible complicidad clerical con el golpe. Los aviones que participaron llevaban bajos sus alas pintadas una V con una cruz en el medio, ¡todo un símbolo! Por su lado, Perón atribuía aquellos incendios a “los comunistas”.

El 20 de junio de 1955, en una carta fechada en México Ernesto Guevara (El Che) le escribía a su madre: “…Para quienes no hay escapatoria posible ante la historia es para los mierdas de los aviadores que después de asesinar gente a mansalva se van a Montevideo a decir que cumplieron con su fe en Dios… la iglesia tuvo muchísimo que ver en el golpe de Estado del 16, y también tuvieron que ver nuestros queridos amigos (los EE.UU.), cuyos métodos pude apreciar muy de cerca en Guatemala…”

Miguel Eugenio Germino

FUENTES
-Cichero, Daniel, Bombas Sobre Buenos Aires, Vergara, 2005. -http://www.inventario22.com.ar/testocomp.asp?id=25886 -http://usuarios./ycos.es/evaperon3/7may07.html -http://www.agendadereflexión.com.ar/2003/06n_79_bombardeo… -http://imajes.elortiva.org/1606imagg.html

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